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#RolEnCasa

Roloctubre 2021 – Relato participante “Antigrupo”

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Roloctubre es un evento narrativo de Rol en Casa. Hay dos formas de participación: en narrativa escrita y en narrativa oral (en video). El plazo de inscripción es hasta el 15 de octubre del 2021.

Este es un relato enviado para participar. Te invito a leerlo por completo, pues es parte de la narrativa de la comunidad. Si te gusta, comparte el artículo en tus redes o déjame un comentario donde lo hayas visto publicado.

¡Espero también participes!

Antigrupo – Relato de Roloctubre

En el Salón de los Sufrientes, a donde llegaba la cacofonía de las almas condenadas, Ártífax lamió la mano de su ama, apoyada en el brazo de la silla en la que hubiera estado sentada mientras meditaba las palabras del intruso al que su galgo acababa de devorar el cuello, dejando un espeso charco de sangre sobre el piso de mármol rosáceo.

«Nunca podrás contra todos nosotros». 

Era cierto, pensó. La Orden contaba con los recursos para enviar oleadas de atacantes sin verse afectada, tantos como hiciera falta para agotar sus defensas. «Entonces pagarás por el sufrimiento de todos los que…». En ese momento, a una orden suya, Ártifax atacó. Malditos fueran todos los acólitos de la Diosa de Luz, una arpía que nunca aceptó su lugar en el Panteón de Ophros. 

—¿Qué haré? ¿qué haré —se dijo mientras repicaba las largas uñas, esmaltadas en negro, contra el pomo del brazo de la silla. Miró a los ojos verdes del galgo, como si en la profundidad de su mirada esperara encontrar la respuesta.

El Cuarzo Ígneo, la fuente del poder de la Diosa de Luz, el refractario en donde residía su alma y esencia. Si tan solo pudiera destruirlo… Pero para llegar hasta el necesitaría lo mejor, a un grupo de elite que estaba más allá del poder de sus esbirros y acólitos. 

Volvió su atención al perro. Lo observó con sus glaciales ojos de una oscura noche de invierno. El can escondió la cola. 

—Quizá tú puedas ayudarme esta vez. 

La mujer agrupó una hilaza tejida del aire entre sus largas y negras uñas hasta formar la imagen de un hombre delgado y algo desgarbado por lo que parecía ser el peso de una eternidad de tormentos sobre sus hombros. La figura voló hasta rodear al galgo que, envuelto en aquel tejido volátil, se transformó en el mismo hombre de la envoltura. 

—No te alegres tanto —dijo la mujer cuando vio al perro convertido en lo que en realidad era—. Será solo por unos minutos, Ártifax.

El hombre la observó con dos ascuas por ojos, pero inclinó la cabeza y atravesó el brazo hasta tocar el costado de su pecho. 

—¿Cómo puedo servirte, Irarda?

—En tus tiempos como un dios, tuviste a tu servicio a un grupo de malditos bastardos sin escrúpulos. 

—Lo siento, mi señora, pero tendrás que ser más específica. 

—¡Sabes a quienes me refiero!

El hombre dudó. 

—¿A ellos?

El rostro erguido y los labios fruncidos de la dama no dejaban lugar a dudas. Ártifax resopló. 

—Necesito que vengan —Irarda rozó los hombros desnudos del antiguo dios con sus uñas—. La maga, ¿sigue siendo tan ambiciosa como siempre?

—Busca la Ascensión. Si el peligro compensa la consecución de poder y el acceso a artículos de alta magia, se unirá, aunque no se privará de exigir un alto precio. 

—¿Y el bárbaro? El sádico y borracho ese.

—Irá siempre a donde la maga ponga su culo.  

—¿La ama?

Ártifax levantó los hombros.

—¿Qué me dices del montaraz? ¿Aun se acuesta con sátiros y tortura dríadas?

—Sus gustos sexuales no me interesan, pero sí, enamora medianas a las que después lleva al bosque y ata a un árbol, les abre el abdomen y se divierte viéndolas agonizar mientras los lobos les tragan las tripas. 

—¿Por qué medianas?

Ártifax suspiró.

—Lo hace para fastidiar a la ladrona del grupo, a quien juró matar algún día.

—Después de que le robara los pendientes de su amada, ya entiendo.

—¿Qué le vamos a hacer? -Ártifax levantó sus delgados hombros- Es una ladrona. 

La mujer se paseó por el amplio salón, pasando por encima del cadáver del paladín que la había enfrentado hacía un momento. 

—Pero incluso si los convences —dijo el antiguo dios—, no harán nada sin Arthantos. 

La mujer se giró y enfrió el fuego de los ojos de Ártifax con su mirada.

—¿Crees que no lo sé? —Irarda se acercó por la espalda y abrazó al dios hasta casi clavarle las uñas en su escuálido pecho—. Tienes que convencerlo de que guíe a todos esos cabrones a destruir el Cuarzo Ígneo.

Ártifax no respondió.

—¿Sabe que ya no eres un dios? 

—Lo presiente. Ha empezado a buscarme.

—Entonces ahorrémosle la molestia. Hazlo venir y dile que a mi servicio obtendrá mucho más que lo que pueda sacar de un perro rabioso. Pero debes ser tú quien se lo diga. Quiero ver tu cara cuando lo hagas. 

El fuego revivió en los ojos del antiguo dios.

—¿Qué obtendré a cambio, si lo convenzo?

La diosa casi cegó a Ártifax con su mirada, pero después sonrió con una mueca que el dios hubiese preferido no haber visto nunca.

—Mejoraré tu comida, querido.

Autor Juan Camilo Ramírez

*Este texto se crea para el evento narrativo Roloctubre de Rol en Casa. Por favor no reproducirlo ni copiarlo, es una creación original de un miembro de la comunidad.