Hecho en Casa
Roloctubre 2021 – Relato participante “Anna”
Roloctubre es un evento narrativo de Rol en Casa. Hay dos formas de participación: en narrativa escrita y en narrativa oral (en video). El plazo de inscripción es hasta el 15 de octubre del 2021.
Este es un relato enviado para participar. Te invito a leerlo por completo, pues es parte de la narrativa de la comunidad. Si te gusta, comparte el artículo en tus redes o déjame un comentario donde lo hayas visto publicado.
¡Espero también participes!
Anna – Relato de Roloctubre
La noche era cerrada. Las gruesas y pesadas gotas de la lluvia se encargaban de desvanecer el rastro carmesí del plasma que danzaba sobre el asfalto. Hilos finos de un tono ferroso marcaban el sendero por el que Anna se estaba arrastrando tras salir disparada por el parabrisas de su auto gris y caer de forma violenta contra la negra y áspera superficie causando roturas, fracturas y hemorragias, como preámbulo a una dolorosa agonía. Piel, tela, restos de cabello, un tacón roto y cientos, quizás miles de esquirlas de metal y vidrio templado regados por doquier, evidenciaban la sorpresiva colisión ocurrida minutos antes en esta desolada ruta rodeada de espesas arboladas.
Allí, en medio de la nada, Anna, con gran esfuerzo clavaba una y otra vez los dedos de sus temblorosas manos contra el suelo para desplazarse lenta y dolorosamente, en búsqueda de alguien que la ayudara.
La cortina de lluvia, la sangre que bañaba su frente y rozaba sus párpados, su empapada y desordenada melena y una intensa luz frente a ella que la encandilaba, le impedían distinguir algo más en la lejanía. Sus pulmones, magullados tras el impacto contra el suelo, intentaban liberar una débil voz que imploraba ayuda.
Sin embargo, más allá la impotencia poder moverse con mayor soltura y la capacidad de gritar, su obstinación permanecía en llegar a la fuente de esa luz y saber si quien se chocó frontalmente contra ella, estaba en mejores condiciones y en capacidad de ayudarle.
Tras un par de metros de tortuoso reptar, Anna descubrió a su derecha a unos pocos metros, unos brillantes y grandes ojos negros que la observaban con curiosidad. Era un imponente ciervo macho, grande y robusto, con una bellísima cornamenta ramificada. El animal, parecía no estar afectado por aquella deteriorada humana que iba dejando sus fluidos y tejidos por todo el suelo.
Ella, alzó la mano y pidió misericordia al cruel ciervo que no intervenía en su inevitable sufrir ni huyendo ni acercándose a su moribundo cuerpo.
Fue entonces cuando la arquicorteza, encargada del instinto de supervivencia de Anna, le indicó que debía seguir un poco más y luchar por mantenerse despierta. Cualquier flaqueza la condenaría a desaparecer.
Girando su mirada con gran esfuerzo hacia el lado izquierdo de la carretera, la angustiada Anna pudo reconocer a otro ciervo con la misma pose triunfadora del anterior. Pero este no la observaba a ella, sino que mantenia su cabeza fija mirando hacia el otro lado.
Por su mente corrió el pensamiento de que este ciervo también podía estar observando a alguien más adelante, lo cual dentro de su agotada vitalidad, le dio un leve impulso para continuar.
Anna, pensando en cuánto más podía resistir, descendió la mirada para contemplar su abdomen. De su blusa azul emanaba una fresca y brillante mancha de sangre y se asomaba una irreconocible y punzante parte del volante que le había atravesado. Continúo su recorrido hacia abajo y de este modo pudo comprobar cómo su pierna derecha se encontraba retorcida, con el pie apuntando hacia atrás y con un par gruesas astillas de pálido hueso rasgando su carne, anunciando de forma inapelable un mortal desangramiento. Sus ahogados gritos comenzaron a mutar en lágrimas y en sensaciones de dolor aún más fuertes. Sin embargo, su instinto de supervivencia la seguía impulsando a avanzar hasta que su cuerpo pudiese resistir.
Cada segundo parecían horas de dolor y lo único que demostraba que el tiempo corría igual, eran los ciervos, que permanecían impávidos en el mismo lugar.
Conforme avanzaban los segundos, la muerte parecía estar acariciando más su alma sin darle tiempo de decir adiós a todas esas personas que desde su concepción hasta hoy, le habían brindado tanta felicidad y que también la habían llevado a encontrarse en este trágico momento y lugar; sin embargo, algo nuevo en tan desolador paisaje la hizo mantenerse despierta con la esperanza de poder pedir socorro por última vez: era otra persona herida, lo cual explicaba por qué el segundo ciervo no la veía a ella.
Ya la muerte no la recibiría sola, pensaba Anna. Fuera quien fuera esa persona, ambas se podrían ayudar o al menos dar consuelo antes de fallecer. De esa forma siguió desplazando su roto cuerpo poco a poco; los ciervos, casi de forma simultánea, perdieron interés en tan dramática escena y siguieron su camino perdiéndose cada uno por un costado del mortal camino.
El fuerte contraluz y la oscuridad de una muerte inminente, no permitían a Anna vislumbrar cómo era esa persona que poco a poco se aproximaba a ella. Y solo unos instantes después, cuando el cuerpo ya no respondía casi, la respiración se debilitaba y el corazón se detenía, Anna descubrió antes de la última bocanada de oxígeno, que su carro gris había chocado contra otro carro igual y que la persona al borde de la muerte, era una mujer idéntica a ella.
Autor Santiago Uribe
*Este texto se crea para el evento narrativo Roloctubre de Rol en Casa. Por favor no reproducirlo ni copiarlo, es una creación original de un miembro de la comunidad.